sábado, 9 de octubre de 2010

Aceptar a los demás como son: igualdad

De manera que, lamedor medida de la discriminación son aquellos elementos en los que la igualdad ante la ley se refleja: “Nadie debe se discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole”. Nótese que se trata de una prescripción abierta a una variedad de situaciones de índole semejante a las taxativamente señaladas en la norma, el género, por ejemplo, distinguido a la idea de sexo etc.

La primera premisa de la igualdad es que ella no pretende otra cosa que decirnos que todos debemos ser medios ante la Ley de un modo semejante: con iguales desventajas. La ley es ovni-comprensiva pues intenta que todos seamos tratados por igual, en el entendido que somos desiguales individual y grupalmente en otros campos y que, por lo tanto, se trata de equilibrar esas diferencias dentro de una semejanza formal que las neutralice cuando de la justicia se trata.

Conforme atendemos al tema de la igualdad, podemos notar que ciertos énfasis nos harían dudar del sentido de ella, una de las principales se enuncia como “el derecho a la diferencia”, bajo cuyo paraguas con diversos temas: de género, de sexo, de etnia, de origen nacional. En realidad se refiere a tener los mismos derechos respetando cierta identidad que parece avasallada o aplanada por la identidad de género, sexo, etnia, origen nacional dominante.
 Pero como es evidente, se trata de reclamar una igualdad ante el derecho, es decir, volvemos a la idea de que todos debemos ser tratados con igualdad por el Derecho. Para nuestro caso, se trata de la igualdad cultural entre los ciudadanos.

Desde el punto de vista cultural, se presentan dos estrategias que responden a la desigualdad de manera aparentemente distinta y contradictoria. Mediante una de ellas se reafirma la identidad original, es decir, se confirman los patrones ancestrales y se busca en ellos “encuentren su lugar” en el mundo cultural dominante, es decir, en cierto sentido, sean admitidos en las reglas de juego de la sociedad.

Esta estrategia tiende a expresar la identidad como un modo de cohesión social de búsqueda de la unidad y de expresión del valor desde la propia organización. Con demasiada frecuencia se tiende a suponer que todos aquellos grupos humanos a quienes podemos denominar desde el punto de vista objetivo como indígenas en especial por el idioma materno resulten reivindicándose como tales, es decir, asumiendo su condición desde el punto de vista subjetivo. La igualdad, en este caso, se quiere conseguir a través de la diferencia, del ejercicio de la identidad cultural de origen y la búsqueda de su respeto en el contexto dominante: las principales luchas de los pueblos amazónicos se adscriben a este postulado y por ellos se entiende, claramente, sus reclamos por una autonomía que les permita a sus sistemas jurídicos (entre otros) actuar libre y coherente en su control socio-cultural.

Se trata de una estrategia en la que combatir la discriminación supone reafirmarse en su condición ancestral o en lo que se considere, hoy en día, dicha condición. Las organizaciones étnicas, aquellas en las que los participantes se amalgaman por compartir un conjunto de tradiciones históricas más o menos fuertes, tienen el interés de mantener sus normas jurídicas e incluso aceptando cambios radicales, logran mantener el sentido de sus prácticas. Esa reafirmación parece calzar, en buena medida, con políticas pro-indígenas desarrolladas durante el sigo XX y que han  tenido en los pueblos indígenas de la amazonía una buena recepción. 


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